Fuente: www.abc.es
Una prueba rutinaria ha permitido encontrar un tornillo ortopédico en la pierna de un hombre de hace 3.000 años
Si por algo se destacaron los antiguos egipcios, fue por su capacidad
para la medicina. Y es que, idearon desde tratados para intervenir de forma
general a los enfermos, hasta algunos que explicaban como evitar una resaca.
Sin embargo, unos investigadores de la Universidad Brigham Young (Estados
Unidos) acaban de desvelar que estaban mucho más avanzados de lo que jamás nos
hubiésemos imaginado hasta ahora, pues sabían introducir clavos ortopédicos en
las extremidades del ser humano para tratar las fracturas de huesos.
Así lo afirma la versión digital del diario «Daily Express», donde se
señala que el doctor Richard Jackson -cirujano de la universidad de
Brigham Young- ha encontrado durante dentro una momia con 3.000 años de
antigüedad un tornillo ortopédico de hierro de unos 23 centímetros.
Concretamente, el artilugio ha sido hallado en la rodilla de este sujeto,
el cual falleció entre los siglos XVI y XI A.C. A su vez, el experto ha podido
determinar que el artefacto fue unido al hueso mediante resina orgánica,
un producto parecido (salvando las distancias) con el cemento óseo que se usa
hoy en día.
Al parecer, Jackson y su equipo se asombraron tanto al descubrir este
tornillo que no pudieron evitar perforar el hueso para acceder hasta él
mediante una cámara artroscópica. Una vez en el interior de la rodilla se
percataron de que, efectivamente, esta cirugía moderna se había llevado
a cabo, y hace nada menos que 3.000 años.
La utilización de este tipo de cirugía ósea no ha sido únicamente lo que
ha llamado la atención de los expertos, sino que también se han quedado
asombrados por la perfección del clavo. «El pasador está hecho con un
diseño parecido a los que utilizamos hoy en día para conseguir una buena
estabilización del hueso», ha señalado Jackson. Así pues, parece que los
antiguos egipcios ya hacían uso de este tipo de intervenciones para luchar
contra las fracturas óseas.
Estos avances quedaron ya patentes en el Papiro de Ebers (1650 A.C.), un documento en
el que los egipcios llegan a predecir la existencia del sistema circulatorio:
«El inicio del secreto del físico: el conocimiento del movimiento del corazón y
el conocimiento de este mismo. Hay vasos en cada extremidad. Por eso cada
físico, cada cirujano, religioso o exorcista aplica las manos en sus dedos a la
cabeza, revés, manos, estómago (…) porque todas las extremidades poseen vasos,
donde el corazón habla por cada uno de ellos».
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