Fuente: www.abc.es
Francisco Carrión
Tras una intensa tarea de estudio
y restauración, Egipto presenta en sociedad dos enterramientos de nobles
faraónicos de hace 3.500 años que guardan coloridas escenas.
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Las tumbas conservan las pinturas originales
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Hace 3.500 años dos nobles
faraónicos se construyeron su descanso eterno en una de las colinas sagradas de
Tebas, la actual Luxor, a un tiro de piedra de las tumbas de los monarcas a los
que sirvieron. Su morada había
permanecido lejos del escrutinio público. Una prolongada
restauración permite ahora escudriñar sus entrañas de coloridos frescos.
Las
autoridades egipcias, con la fanfarria habitual, acaban de presentar dos
enterramientos que van completando el mapa de sepulturas que anidan en el árido
montículo de Dra Abu el Naga, en la orilla occidental de la actual Luxor, a
unos 600 kilómetros al sur de El Cairo.
La primera
de las tumbas pertenece a Raya, el cuarto sacerdote de Amón -el dios de la
creación- y en su interior horadado en la tierra también fue enterrada su
esposa Mutemwia. El segundo, en cambio, albergó el descanso de Niay, el
conocido como "escriba de la tabla" de ofrendas.
"Ambas
tumbas, la primera de la dinastía XIX y la segunda de la XX, tienen cerca de
3.500 años y se hallan en muy buenas
condiciones de conservación tras estos años de trabajo,
restauración, arreglo de los colores y retirada del hollín", reconoce
Mustafa el Waziri, secretario general del Consejo Supremo de Antigüedades.
Próxima apertura al público
Sobre las
paredes de las oquedades, que serán abiertas al público próximamente, se
suceden bellas representaciones del Libro de las Puertas -un texto sagrado que
relata el viaje que debe recorrer el espíritu del difunto en el otro mundo- y
escenas funerarias y de la vida diaria. A pesar de las huellas evidentes del
tiempo y los usos posteriores, los frescos aún conservan las tonalidades
originales.
Sin fondos
ni estrategia cierta para preservar el vasto patrimonio faraónico desperdigado
por el país, el régimen egipcio ha fiado el examen médico y la cura de ambas
tumbas al Centro de Investigación Estadounidense de Egipto. La agencia estadounidense para el desarrollo
internacional ha sufragado la misión con 2,14 millones de dólares
(1,9 millones de euros). Una inversión que ha permitido, además, dotar a
las tumbas de suelos de madera y habilitar una pasarela para el acceso de los
turistas.
La colina
de Dra Abu el Naga se ha convertido en un auténtico filón para las misiones
arqueológicas, locales y extranjeras, que excavan la zona. El pasado abril se
descubrió una tumba de grandes dimensiones que pertenecía a Shedsu-Djehuty, un
maestro de la corte encargado de velar por los conos funerarios del faraón. La
sepultura, de 450 metros cuadrados, tenía hasta 18 puertas.
En 2017
una expedición de arqueólogos egipcios rescató en la misma área la memoria de
Userhat, un noble de Reino Nuevo que hace más de tres mil años sirvió en los
pasillos judiciales de Tebas. Un tumba en forma de T, como la de sus vecinas,
que se inicia con un gran patio al aire libre, se interna en la roca con una
primera habitación rectangular y discurre hacia la cámara funeraria a través de
un angosto pasillo.
Plantada
en el camino hacia el Valle de los Reyes, Dra Abu el Naga es también el páramo
donde horada el proyecto español Djehuty, una de las expediciones con más
solera de la Egiptología española. Hace dos años la misión descubrió el jardín
funerario construido delante de una gran tumba de la dinastía XII. Una sucesión
de hallazgos que arrojan luz sobre la inmensidad y esplendor de la necrópolis
tebana.
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